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Si usted fuese político y les dijesen que en sus manos está el día a día inmediato de 20 niños de 3 años, ¿buscarían una solución urgente en el menor tiempo posible o les haría aguantar durante meses el suplicio de no saber si sus problemas van a ser solucionados?

Esa es la decisión que tenía que tomar la Conselleria de Educación desde hace meses, y sin embargo, los niños del Raval Universitari y sus familias han pasado ya medio verano sin saber si sus hijos verían resuelto el problema generado por el cambio de criterios de escolarización y podrían ir al colegio en el barrio donde viven, tal y como piden padres y vecinos, o tendrían que ser escolarizados en centros de otros barrios, a 2 km de distancia, como se les ha dicho. Estos pequeños están siendo, hablando en plata, víctimas de la desidia y parece que ahora también de la “sordera” institucional. La voluntad política debe vencer a la dificultad -que no se la quito- de la gestión. Y el Consell debe ofrecerles una solución para este curso.

Todas las decisiones que se toman en el Consell afectan a los ciudadanos, pero aquellas tomadas en la Conselleria de Educación son aún más sensibles puesto que atañen a los más pequeños. Siempre se debe decidir con la mayor seguridad, pero también con la mayor celeridad posible y la máxima sensibilidad. Más aún en estos casos, donde las familias tienen que organizar y afrontar el gran paso que supone empezar el colegio.

A esas familias, a esos niños, no les vale con conocer de dónde viene este problema, necesitan que se le dé una salida. Los políticos estamos para escuchar a los ciudadanos y ofrecer soluciones. Si nos pasamos la pelota de unos a otros, al final el “balonazo” se lo llevan los ciudadanos.