Artículo de Opinión del Portavoz de Ciudadanos (C’s) en el Ayuntamiento de Castellón, Vicente Vidal. Publicado en Levante de Castellón. 26/11/2016

‘Mi querida España’ no es únicamente una recordada canción de Cecilia, sino un sentimiento de pertenencia que llevamos en el corazón multitud de españoles, entre los cuales me encuentro.

Un sentimiento que ha originado movimientos políticos, desafíos en el seno de nuestro país e incluso el sinsentido de que el tripartito en Castellón rechazase una declaración institucional en favor de la Unidad de España y ante el desafío catalán presentada por Ciudadanos. Es decir, rechazaron la constitución que juraron o prometieron cumplir y hacer cumplir en su toma de posesión.

Y es que el término ‘nación’ o ‘nacionalista’ están más de moda que nunca. Son palabras habituales en medios de comunicación, en el café con los amigos o incluso, dependiendo de las piruetas políticas del Parlamento catalán, serán motivo de discusión familiar en las próximas cenas navideñas. Es un tema serio, pero ¿sabemos realmente de qué estamos hablando?

¿De dónde procede el término nación? Nadie niega que nación (natio) proviene del verbo nascor (nasci), que en sí significa nacer y que por extensión lógica hemos de aplicarlo a quienes han nacido en un lugar común determinado. Ni más ni menos.

Y ¿qué dicen los filósofos y maestros de derecho político, que hoy se definirían como “politólogos”? Mientras Casariego define como Nación “al gran conjunto de pueblos unidos por una serie de comunes valores históricos, de intereses presentes y de posibilidades futuras; pueblos que llevan conviviendo juntos siglos y se rigen y administran en lo superior por un Estado que es soberano y tiene una personalidad propia e igual ante las otras Naciones y los otros Estados que se hallan en semejantes circunstancias”; Manzini, en una definición que ha quedado como clásica, considera a la nación como “una sociedad natural de hombres, de unidad de territorio, de costumbres, de lengua, una comunidad de vida y conciencia social”.

También los marcos legislativos han tenido que dar respuesta a esta realidad. Ya la Constitución Francesa del 1791, proclama que “la soberanía es una, indivisible, inalienable e imprescriptible; pertenece a la nación y ningún sector del pueblo, ni individuo, puede atribuirse su ejercicio”. Y nuestra Constitución de Cádiz de 1812, la famosa Pepa, toma senderos similares, cuando en su artículo 2º proclama que “La nación española es libre e independiente y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia o persona”. Ni siquiera del presidente de la Generalitat.

Apliquen ustedes estas académicas y nada partidistas definiciones a los acontecimientos actuales y saquen sus propias conclusiones. Y espero que no sea motivo de discusión familiar porque lo importante para un país es dejar de lado la confrontación y centrarse en solucionar los problemas reales de la gente. Y eso precisamente es lo que ha hecho y va a seguir haciendo Ciudadanos.

Porque como diría Duverger, la comunidad nacional (nación) es simple y llanamente “la íntima conformidad, la profunda ansiedad del reencontrarse y del quererse, pese a vicisitudes, todos los días; el no saber porqué, pero sentirse unidos y compartir alegremente, libremente, penas y alegrías; el coparticipar en un anhelo común y hondo en las tareas de un destino; el integrarte como sujeto activo, desconociendo los motivos, pero satisfecho en lo profundo, de los acaeceres de tu propia sociedad; el verte atado, sin poderte desatar y sin poder ser desatado por nada ni nadie de la misma y simultáneamente notar tu pertenencia con cariño, pese a no haberlo pedido; el haber quedado constituido como miembro útil y eficaz del engranaje dinámico del desarrollo de tu comunidad, hace conducirte siempre –misterio inextricable- con orgullo etéreo, sublime y noble.”

Desde mi humilde punto de vista, la unión de los pueblos, la solidaridad común, la profunda convicción de que todos somos seres humanos, de que hemos nacido donde nos ha tocado, de que nadie ha podido elegir su paternidad ni su cuna, pero que ha tenido la ocasión diáfana de ser libre para, con su suerte, méritos propios y capacidad, ostentar su puesto social e histórico, debe ser porque es legítimo, la aspiración auténtica de nuestra existencia vital. Es lo ideal, es lo justo, para esta querida España, esta España mía, esta España nuestra, ay ,ay.

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